En septiembre de 1888 ocurrió una inundación, que se complicó con un violento ciclón estacionado en la zona, derribando árboles y 155 casas. Se dice que hubo fallecidos, dos barcos desaparecidos y pérdidas en ganado.
Rafael Domínguez lo describe en su libro Tierra Mía:
«Tenía yo cinco años. Llovía a torrentes. Soplaban rachas huracanadas. En la alta noche, mis padres y yo estábamos despiertos. Y el vecino don Plácido González nos hacía compañía. Había pavor en los rostros, de cuando en cuando, un ruido estrepitoso nos aterrorizaba: era que de la iglesia catedral, a impulso del furioso huracán, caían las tejas del inclinado techo. Mis padres y don Plácido hablaban de la seguridad y resistencia de las paredes de la casa. Yo los seguía silenciosamente, pero empavorecido como ellos. Aquello fue el ciclón del 88, el famoso e inolvidable ciclón que produjo en Tabasco la inundación mayor que se tiene memoria. En aquella ocasión .-no sé si lo recuerdo porque lo vi o porque me lo contaron o porque así lo dice la tradición-, las aguas del Grijalva llegaron hasta la calle de Sáenz, hasta la falda misma de la Loma de la Encarnación.»
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