Investigación de Ángel Vega
El 29 de junio de 1913, un intenso y extraño acontecimiento fue atestiguado por los asistentes a la Plaza de Toros «La Lidia» de San Juan Bautista, hoy ciudad de Villahermosa, Tabasco.
Hace más de cien años, el joven artista y místico, autonombrado «Ali Ben Hurr» y cuyo nombre verdadero era Rafael de la Torre, fue anunciado en las calles de la ciudad mediante carteles que publicitaban su acto, programado para realizarse en la plaza de toros «La Lidia», administrada por los hermanos Suárez Narváez. Las fuentes son contradictorias a la hora de revelar su procedencia; un artículo de don Mario Claudio Lezcano, fechado el 20 de enero de 1950, afirma que era originario de Cuba, mientras que las referencias literarias asientan de forma unánime, en el plano de la especulación y la fantasía (después corroborado en el curso de esta investigación), que Rafael había nacido en San Juan de Puerto Rico.
En cualquier caso, el acto era un desafío directo a la muerte; consistía en un experimento de defunción aparente en el que el hombre sería sepultado en el centro del ruedo, arropado por un féretro de cristal, mientras una corrida de toros se escenificaba sobre su cuerpo yerto. Horas después, sería sacado de su tumba provisional, en perfecto estado de salud. El asunto causó gran expectación en una San Juan Bautista sumida en plena época revolucionaria.
En la novela «El Féretro de Cristal» de Bruno Estañol, Rafael de la Torre alias Ali Ben Hurr arriba a San Juan Bautista a bordo del vapor Manuel Sánchez Mármol, uno de los barcos emblemáticos de la época bogante del comercio fluvial.
Un documento hasta ahora inédito encontrado por quien esto escribe en el acervo de la biblioteca Pino Suárez, apunta en otra dirección; habría llegado a bordo del vapor «Yucatán», registrando su ingreso con su nombre artístico. El Periódico Oficial del gobierno del estado, número 49, Tomo XXXIV, fechado el miércoles 18 de junio de 1913, enumera en su primera página los datos concernientes al «Movimiento Marítimo», que no es otra cosa que el registro de las personas que embarcaban o salían de la ciudad en los barcos que remontaban el Grijalva hacia la barra de Frontera.
En la página 778 puede leerse; «Hoy 6 am, (del 15 de junio de 1913) entraron a este puerto vapores (sic) «Tamaulipas» procedentes de Veracruz. Pasajeros; Martín Giro, Enrique Bermúdez, Pedro P. Perez, Elisa Segura de Pizá, Rita Maldonado, Chin Loo Ohr Loo, (…); y (el vapor) «Yucatán» procedente de Progreso y escalas. Pasajeros; Herlinda Calderón, Pablo Schmidt, Ali Vent Huri…». Este último nombre, por demás similar al seudónimo utilizado por el faquir: «Ali Ben Hurr».
La analogía entre ambos es notable, y el que estén escritos de diferente forma podría responder al hecho de este que fue registrado «de oído» por el encargado de la capitanía de puerto, o bien, aún más factible, a errores de linotipo en la impresión del boletín.
En la hermosa ficción del escritor frontereño, el personaje Rafael de la Torre llega a San Juan Bautista con una misteriosa acompañante, una cubana de nombre Aída Tramontano, luego de presentar con éxito su espectáculo en la ciudad de Mérida.
Pero en el registro de movimiento marítimo en el acervo de la Pino Suárez solamente se menciona a «Emilia Gurigutia, Aminta Pérez, Sofía Pérez…». Y en ninguna parte se afirma que alguna de ellas haya sido la acompañante de «Ali Vent Huri».
El libro «Mi Tierra» de Rafael Domínguez, no hace referencia alguna hacia la «cuidadora» de Rafael de la Torre. Es de notar que este escrito no abunda en detalles pese a que el autor, a la sazón de unos 32 o 33 años de edad, era en ese entonces el oficial del Registro Civil, y que fue él quien personalmente se encargó de dar fe del fallecimiento del faquir y consignarla en el acta de defunción.
El inicio de la triunfal presentación del faquir estuvo cargado de teatralidad. La hora es incierta pero todo indica que, cerca de las once de la mañana del 28 de junio de 1913, un día «soleado y lleno de nubes» el centro del ruedo estaba ya preparado para recibir el ataúd de Ali Ben Hurr, con un agujero cavado de la tierra «de dos metros de profundidad». Los recuerdos de Rafael Domínguez, compilados en el libro «Mi Tierra», agregan dramatismo; «una marcha fúnebre» y «un disparo de pistola» marcaron el inicio del espectáculo.
Una de las fotografías originales del Tabasco Gráfico de 1914 detalla la escena, con un hombre vestido de terno negro observando desde un extremo cómo cavaban la tumba. El graderío estaba lleno. Un grupo de médicos, acompañados del juez de plaza, certificarían la «muerte» del faquir; cerca de las once y media, este se introdujo en su catafalco. Haciendo gala de sus artes gnósticas, el joven consiguió disminuir su respiración y sus latidos cardiacos. Los doctores lo declararon muerto. Aquí surgen otras confusiones. Los textos dicen que sería sepultado en una dentro de una caja de madera, y que esta sería metida luego en el ataúd de cristal, lo cual no podía ser cierto puesto que la presión de la tierra habría roto el vidrio. Tenía que ser al revés; la caja de cristal protegida por el cajón de madera. Extraños símbolos cabalísticos «estaban grabados sobre el ataúd».
Los monosabios bajaron a la «tétrica bocaza» el cuerpo del artista, todo en presencia, según el texto de Lezcano, de «la joven esposa».
La tierra, que debió ser compacta, rojiza, húmeda por la época del año, cayó a paletadas sobre la sepultura. «Para las dos de la tarde, casi todos los espectadores se habían retirado». La corrida inició formalmente una hora después, sobre la tumba del faquir. Cuando se lidiaba el segundo toro, un trueno en la lejanía dio el aviso de tormenta.
La crónica del periódico Tabasco Gráfico, escrita un año después (1914) con motivo del aniversario de la tragedia, afirma que la cuidadora o esposa de Rafael de la Torre, efectivamente acudió al juez de plaza para detener el experimento, y se procediera a la exhumación. El juez, después de «consultarlo con otras personas» determinó que sacarían al faquir luego de lidiarse el último toro. La hora precisa no está clara en ninguno de los textos. El caso es que, cuando se procedió a desenterrarlo, «del pecho de la mujer de El Fakir surgió el grito de dolor y angustia; de amor y de dolor: el ataúd de madera estaba entreabierto y por la abertura salía una pierna y una mano de Latorre (…) Ello hizo comprender a la joven mujer que la fatalidad había alcanzado por fin a su esposo». Había muerto por segunda y última vez.
Paralelamente, aunque escueta, la descripción de Rafael Domínguez y el acta de defunción que levantó tienen varios puntos de interés. En primer término, confirman (al igual que el manuscrito de Mario Claudio Lezcano y la novela de Bruno Estañol) una posible negligencia en la actuación de los médicos que certificaron la «muerte» del faquir y de las autoridades de plaza encargadas de exhumar al artista en caso de algo no concordara con sus precisas instrucciones. La principal de ellas era que, a la menor amenaza de tormenta eléctrica o lluvia, debía ser inmediatamente exhumado.
No fue así, con trágicos resultados. El acta de defunción, es un documento inédito hasta la presente investigación, el cual que puede ser consultado en la oficialía del Registro Civil de Villahermosa.
La fecha del deceso fue el 29 de junio de 1913, pero esta acta de defunción fue levantada hasta el 5 de julio del mismo año.
«Todo lo que sé del Faquir ya está en el libro de Bruno Estañol», me dice tajante vía telefónica don Jorge Priego Martínez, quien reprodujera en 1990 el artículo y las fotos de don Mario Lezcano de la revista Tabasco Gráfico de 1914, hechas públicas un año después de la muerte del faquir. Luego se abre; «Yo tengo mi propia hipótesis. La mujer de Ali Ben Hurr estaba embarazada. Por alguna razón, ella quería deshacerse de él. La tumba de Rafael de la Torre está cerca de la capilla, a mano derecha, pasando tres andadores; es una tumba de roca con una lápida que curiosamente, casi siempre está llena de flores, sin que se sepa quién se las deposita…», dijo el historiador.
¿Pero, donde termina la realidad y dónde comienza la ficción en esta historia? Los documentos escritos sobre Ali Ben Hurr o Rafael de la Torre le otorgan solidez a su existencia, pero la corporeidad de Aída Tramontano o Dulce María Senmanat está en entredicho aún para el mismo Jorge Priego.
En una conversación posterior, esta vez frente a frente, don Jorge afirma; «Yo soy de la teoría de que el calor, y la humedad pudieron haberlo matado». Lo dice con convicción, desde su escritorio, atestado de libros en etapa de revisión para ser publicados.
Y luego lee para mí un párrafo completo que él mismo escribió cuando exhumó el artículo de Mario Claudio Lezcano. «Se dice que murió asfixiado por negligencia de los mismos empresarios que lo contrataron o que falleció convertido en barbacoa, materialmente cocido por el inclemente sol que recalienta la tierra en el verano tabasqueño…».
Los restos de Rafael de la Torre permanecen sepultados en el panteón municipal de Villahermosa, posiblemente dentro del catafalco que le sirviera para ganar fama y perseguir fortuna.
Transcripción íntegra del acta de defunción de Rafael de la Torre, archivada en la oficialía 01 del Registro Civil de la ciudad de Villahermosa;
«Número 18 diez y ocho Rafael de la Torre «Ciudad».
“En la Ciudad de San Juan Bautista, Capital del Estado de Tabasco, a las 2 dos de la tarde del día 5 cinco del mes de julio del año 1913: Yo, Rafael Domínguez, juez de primera instancia de lo civil y Hacienda en funciones de juez del estado civil de esta municipalidad, hago constar el parte acta que sigue: Un sello que dice Juzgado único del ramo penal del estado.- San Juan Bautista. Tab.- Número 20.- «para que suscriba ud. Levantar el acta respectiva y remitir copia certificada de ella, tengo el honor de manifestarle que el día 29 de junio último falleció el que en vida fue Rafael de la Torre (a) Ali Ven Hur, Fakir a consecuencia de intoxicación por ácido carbónico. De los datos existentes en el proceso se viene en conocimiento de que el citado de la Torre, era de 24 años de edad, natural de San Juan de Puerto Rico, sin que conste el estado civil, nombre de los padres y su domicilio, Libertad y Constitución, San Juan Bautista, julio 3 de 1913. El juez de primera instancia de lo penal, Raimundo (ilegible) «C. rúbrica al cdano (sic) juez del estado civil presente» Se hace constar que el cadáver fue inhumado después de 24 horas del fallecimiento, en la bóveda subterránea en concesión los 5 años, marcada con la letra «V» derecha, centro, 3ª calle, 3er patio del cementerio general de esta capital, y para los efectos legales, levanto la presente acta que certifico. Rafael Domínguez.”
Fuentes: