El nombre del petate proviene de la lengua mexica o náhuatl “petatl”, aunque en lengua yokot´an se dice “Pop”, y es una especie de alfombra o tapete (estera), tejida con fibras de palma, cañita, o guano, que tiene múltiples usos y se ha utilizado desde épocas prehispánicas, pues se sabe que los antiguos gobernantes de los pueblos mesoamericanos, solían sentarse en los icpalli o tronos forrados con petates, pues según la tradición mexica, sentarse en los icpalli eran símbolo de poder y riqueza, de igual forma, el petate era utilizado por personas humildes que lo usaban para tenderlo en el piso, una cama o una hamaca para dormir y descansar, así mismo se utilizaba para envolver los cadáveres de personajes de alta jerarquía, que algunos eran incinerados, pero también para envolver los cuerpos inertes de personas humildes, de ahí las frases de “se petateó” o se espantó con “el petate del muerto”, por ello el petate está asociado desde la antigüedad con la muerte y el descanso.
En el Tabasco yokot´an, el petate también se ha utilizado desde tiempos milenarios, entre las ofrendas y regalos que los chontales de Centla le dieron al capitán Juan de Grijalva a su llegada a Tabasco hace más de 500 años, además de comida y objetos de oro de poco valor, también iban entre estos objetos muy seguramente, algunos petates, así lo demuestran ciertos grabados del siglo XVII.
El petate es un producto artesanal que tiene mucho simbolismo aún en la actualidad en el pueblo yokot´an tabasqueño, en los altares chontales se dejan las ofrendas a los muertos o los santos cristianos, sobre un petate.
El petate juega un papel importante en la vida cotidiana maya chontal tabasqueña, pues lo mismo se pone sobre una cama, hamaca o sobre el suelo para descansar, los hay grandes para adultos o pequeños para niños, las antiguas parteras chontales, ponían un petate en el suelo para que las mujeres se aferraran a una lía amarrada al techo de la vivienda y ya semi hincadas, pujaran para parir al bebé (yokajlo´), que caía en el petate, de esta manera al nacer, el petate era la primer morada de descanso del yoko yinik y al morir, al no existir cajas o ataúdes (esa costumbre fue introducida por los conquistadores), se envolvían en petates para enterrarlos. De esta manera el petate cumplía la sagrada función de ser el principio y fin de la vida.
Se dice que antiguamente, antes que una pareja yokot´an se casara, tenía que asegurar una cama con su respectivo petate nuevo para la noche de bodas y para las futuras noches conyugales, por eso era común escuchar decir a los paisanos al ver a una joven hermosa, “contigo me gustaría casarme para romper dos o tres petates” aludiendo a noches intensas íntimas.
Hoy en día, el petate se elabora en talleres indígenas de las comunidades chontales de Centla y Nacajuca, con suma paciencia y delicadeza se cortan largas y delgadas tiras de fibra de palma o guano que se dejan a secar, después se entrelazan con sumo cuidado por manos artesanales, como se entrelazan la vida con la muerte, de ahí, los petateros, tejen y costuran los bordes para dejarlos listos para su venta.
De esta manera el petate sigue cumpliendo, además del uso comercial, el sagrado uso y costumbre de nuestro pueblo, un legado que trae antiguas añoranzas, cuando los nobles señores indígenas, tenían entre sus aposentos, pieles de jaguares, hermosas plumas de aves y hermosos icpalli forrados de petate.
Fuentes: