La jícara, es un utensilio que se utiliza desde tiempos prehispánicos para beber líquidos como chocolate, pozol o aguardiente, su nombre proviene del náhuatl o mexica “xicalli” aunque en lengua yokot´an o maya chontal de Tabasco se dice “T´ub”. Es muy probable que en uno de estos utensilios el Señor de Tabasco haya ofrendado bebida a Juan de Grijalva o Hernán Cortes, durante sus encuentros en las costas de Centla hace más de 500 años, la jícara se elabora del fruto del árbol del jícaro (Crescentia alata), de donde se corta verde, se parte por la mitad, se le extrae la pulpa y se deja a secar, aunque en algunas comunidades chontales se les amarra una cinta especial desde que el fruto es pequeño para que al crecer, adopte formas de pequeños cantaritos.
Una vez que al fruto se le cortó, se le quitó la pulpa y se le dejó a secar, los Chontales de Tabasco la dejan a humar sobre el fogón, algunos dicen que esto se hace para cerrar los poros, sin embargo, los ancianos chontales de Centla y Nacajuca, comentan que se ahúman para purificarlas, pues dar de beber pozol o buk´a en jícaras ahumadas, es señal de hospitalidad y respeto.
Crónicas antiguas relatan que las jícaras eran sagradas, pues en ellas, según la cosmovisión yokot´an de Tabasco se encontraba el alma y el sentir del yoko yinik, porque cuando el campesino yokot´an se iba a la siembra o a la cosecha, llevaba en un bux (una jícara con tapa de macal) su pozol para saciar la sed, de igual forma, existía en la cocina chontal, una jícara exclusiva donde bebía el abuelo o padre de familia, nadie debía beber mas en ella, pues estaba prohibido, esa misma jícara, al morir su “dueño”, lo acompañaría en su caja mortuoria para tomar agua y saciar la sed de su ánima.
Los antiguos hechiceros chontales, bebían en sus aquelarres y oscuros rituales, la bebida protocolaria en unas jícaras exclusivas que ellos mismos elaboraban, cuando hacían pacto con las deidades del monte como el yumka´, llevaban unas pequeñas jícaras donde le ponían comida y bebida como ofrendas, así mismo, existían pequeñas jícaras que los curanderos chontales guardaban celosamente y que servían para poner ventosas.
En los altares de muertos que elaboran los chontales de Tabasco, nunca deben de faltar las jícaras humadas o purificadas, pues las ánimas ven con agrado las ofrendas entregadas en jícaras, las jícaras necesitan de una base que se llama yagual para poder sostenerse, se pueden elaborar de bejuco, barro o madera, también se les coloca unas palitas de madera que sirven como cucharas para disolver o mover el xix (shish) del pozol.
Se supone que Nacajuca en yokot´an se dice Yêxtup, que significa lugar de las jícaras verdes, cuando las jícaras pierden el color oscuro del humo por el uso, se vuelven a colocar al fogón para volverlas a purificar.
Actualmente los artesanos de Jalpa de Méndez, con suma paciencia y dedicación, elaboran artesanías con las famosas jícaras labradas, tal vez sin querer, al labrar las jícaras, nos recuerdan aquellas hermosas vasijas de barro fino anaranjado, donde los antiguos señores de Comalcalco, Pomona o Jonuta, bebían y comían sus alimentos sagrados, y que al morir, acompañaban a los nobles gobernantes al otro mundo, al mundo donde las animas aun conservan las necesidades humanas y donde era necesario, beber agua en una jícara.
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