Juchiman
La colosal escultura de Juchimán fue descubierta alrededor de 1886 en el rancho de San Vicente, a orillas del río Blasillo, en Huimanguillo, propiedad de Policarpo Valenzuela.
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JUCHIMÁN

La colosal escultura de Juchimán fue descubierta alrededor de 1886 en el rancho de San Vicente, a orillas del río Blasillo, en Huimanguillo, propiedad de Policarpo Valenzuela. En dicho lugar se encontraron más de cuarenta piezas con las mismas características y según parece, las esculturas estaban en lo que antes fue un centro ceremonial donde se rendía culto al dios de la lluvia, para que los ríos con su creciente inundaran las tierras y que con su limo, se levantaran buenas cosechas.

 

Rosendo Taracena Padrón narra: “…en La Venta, perteneciente al municipio de Huimanguillo, allá por el año de 1896, siendo Gobernador del Estado el general Abraham Bandala, se obtuvo la valiosa adquisición de dos interesantes ídolos de piedra, debido a la espontaneidad del acaudalado tabasqueño don Policarpo Valenzuela, quien teniendo la concesión respectiva para el corte de maderas preciosas en las márgenes del río Tonalá, encontró dichos monumentos en las citadas ruinas de La Venta. La importancia de estos objetos llamó tanto la atención del Sr. Valenzuela, que desde luego tuvo la feliz idea de enriquecer con ellos el museo del Instituto ‘Juárez’, por lo que inmediatamente procedió a trasladarlos al río Blasillo, valiéndose de tiros de bueyes para el arrastre. De este lugar fueron transbordados a una de sus embarcaciones y conducidos hasta esta ciudad, cuyos habitantes llenos de asombro contemplaban aquellas pesadas y extrañas moles.»

 

”El Gobernador del Estado, general Abraham Bandala, hizo entrega a la Dirección del mencionado Instituto, de los dos interesantes monolitos que, según la Memoria presentada al H. Congreso en 1896, el más grande representa a Ixtlitón (Rey de las Aguas Negras) y el otro, más pequeño, contiene cuatro caras bien distintas y en dirección opuesta.”

Por otra parte, Belisario Colorado Jr. en su libro “Juchimán, biografía de un ídolo viviente” de 1991, narra: “…En aquellas montañas de bosques, entre la selva espesa fueron descubiertas las ruinas de La Venta y, junto con ellas, Juchimán, don Polo comprendió el valor ideal de tan bella escultura y, con los cuidados imaginables con los que se logró que no perdiera más que su mano izquierda, a bordo de un «lagarto» se le debe haber transportado hasta el río Tonalá para embarcarlo o embalsarlo y, aprovechando que corre hacia arriba y hacia abajo, con su afluente el Zanapa, acercarlo al río Mezcalapa, al que se habrá conducido por tierra en otro «lagarto», hasta embarcarlo en algún lanchón hacia su destino final por vía fluvial; o sea por el Mezcalapa y el Río Viejo, que es el mismo y confluye, cuando hay «crecientes», con el río de La Sierra, donde nace el «Verdadero Grijalva». Porque el río Carrizal, como afluente del Mezcalapa, ya corría hacia la barra de Chiltepec tomando el nombre de río González; y aún no existía el actual río de la Pigua para mejor conexión con el Grijalva, como ahora es lo corriente. También pudo ser posible que el traslado de Juchimán se hiciera del río Tonalá al mar, hasta la barra de Frontera y luego por el Grijalva a Villahermosa, en algún barquito o balandro de cabotaje.”

Hacia 1890, dos de estas piezas fueron donadas al gobierno del estado siendo gobernador el general Abraham Bandala y estuvieron abandonadas por un corto tiempo en los playones del río Grijalva, en la actualidad ahí se ubica la colonia municipal.

Se dice que fueron vendidas a los dueños de la Casa Romano, el establecimiento comercial más importante de la época, quienes trataron de embarcarlas para llevarlas a España, pero los habitantes de la zona apedrearon a los marinos. En el enfrentamiento, una de las esculturas cayó al fondo del río y no pudieron recuperarla y a la otra pieza se le cayó la mano. Más tarde la escultura fue trasladada al Parque Juárez donde permaneció dos años.

En 1896, fue trasladada al Instituto Juárez, bajo la sombra de frondosos árboles de pan de mata. De acuerdo al testimonio de la lexicógrafa Rosa María Gutiérrez Eskildsen, las jóvenes estudiantes de esa época, acostumbraban sentarse a los pies de la escultura para pedirle novio, esposo y que les fuera bien en el matrimonio.

 

WATCHMAN O JUCHIMAN

Hay dos versiones respecto al nombre, una dice que a finales de los años veinte, un inglés que pasaba por el lugar, expresó en su idioma “Looks like a watchman”, que significa ‘parece un vigilante’, quizá por la posición misma de la escultura. Escucharon dicha expresión un grupo de jóvenes que se encontraban en el lugar quienes distorsionaron la palabra ‘watchman’ diciendo ‘juchimán’; a partir de ese momento la escultura recibió el nombre con el que actualmente se le conoce.

SHISHITO DE HISTORIA | EL JUCHIMÁN

La estatua se vio involucrada en algunos sucesos históricos, uno de ellos, muy conocido, es cuando Carlos Pellicer intentó mover la escultura del Instituto Juárez al Museo de Historia de Tabascoubicado frente a Plaza de Armas. Cuenta la historia el exdirector de la UJAT, Belisario Colorado Jr.: “Terminé el trienio que yo mismo me asigné como director de la Casa de Estudios, y me sustituyó el doctor Julián A. Manzur Ocaña, enemigo de andar con las evasivas y subterfugios con que yo defendí a Juchimán. Él le dijo a Pellicer que si le presentaba una orden del gobierno para entregar el ídolo, se lo podía llevar. Esto a pesar de que le advertí que no lo permitirían los estudiantes.

En ausencia del gobernador Santamaría, el Secretario de Gobierno era el encargado del Poder Ejecutivo; así que dicho Secretario, Joaquín Bates, expidió el oficio autorizando al director del Instituto para entregar a Juchimán para el museo del estado. Eran días de vacaciones y solo el director y los empleados administrativos laboraban en el silencioso y tranquilo Instituto.

 

El maestro Pellicer, oficio en mano, irrumpió triunfalmente en el caserón y obtuvo la venia para llevarse a Juchimán, quién sabe si con lágrimas en los ojos y callos centenarios en las asentaderas. Una cuadrilla de alijadores armada con cables, poleas y tablones para subir a Juchimán en un camión de plataforma, esperaban órdenes en el vestíbulo del Instituto. Pero de pronto apareció un grupo de jóvenes estudiantes seguidos de otros y otros, más algunos paterfamilias y curiosos solidarios amigos de Juchimán, hasta que la situación se volvió tensa y amenazante. Los alijadores salvaron lo que pudieron y pusieron pies en polvorosa, dejando ya amarrado a Juchimán; Pellicer desapareció y se fue a tomar algo al Café del Portal, hasta donde lo siguió la chusma y, gracias a la buena educación que prevalecía, se concretaron los muchachos a lanzarle buscapiés desde lejos y obligarlo refugiarse furibundo en el museo.

 

 

SHISHITO DE HISTORIA | EL RAPTO DEL JUCHIMÁN

Como el maestro Santamaría acababa de regresar a la ciudad, los estudiantes subieron al Palacio de Gobierno a reclamarle el atentado contra Juchimán y la violación del claustro universitario. El gobernador -hábil lidiador de fieras humanas- los felicitó por su actitud valerosa y lamentó ya no ser estudiante, para encabezar esa protesta…”

Otro hecho histórico lo narra también el Lic. Belisario Colorado Jr. en su libro Juchimán, biografía de un ídolo viviente: “El último acontecimiento histórico que le tocó atestiguar a Juchimán, antes de ser demolido sacrílegamente el monumento a Juárez y su pedestal modesto, fue el alboroto estudiantil popularizado como pretexto inicuo para arrebatarle el Poder Ejecutivo al Gobemador Constitucional licenciado Manuel Bartlett Bautista y la dirección del Instituto «Juárez» al profesor José Natividad Correa Toca.

Al construirse la Zona de la Cultura, tras la demolición profana de dicho monumento, el busto venerable de don Benito Juárez fue a dar en una simple ménsula o repisa empotrada a más de dos metros de altura en la pared del corredor donde, poco visible y casi ignorado, ha permanecido tan impasible como fue en su vida, superior a la ingratitud y la indiferencia humanas. En tanto que su fiel acompañante Juchimán fue a quedar solitario junto al edificio rectoral de la nueva universidad; aunque por lo menos se le incorporó en su escudo oficial, entre franjas en que se lee: «Tabasco», «Universidad Juárez Autónoma» y «Estudio en la duda. Acción en la fe», respectivamente; teniendo el ídolo como pectoral honroso el escudo de Tabasco.
Y allá en el «campus» y en la intemperie permaneció Juchimán hasta que el ex alumno Salvador Neme Castillo, amigo suyo como todos los estudiantes y que, además, fue columnista de la primera época de la Revista Juchimán y ya tenía influencia política antes de ser gobernador, intervino para reintegrarlo al venerable y añoso Instituto Juárez, donde ahora está y es de esperarse que para siempre.”

Por fechas podemos decir que al inaugurar las instalaciones de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, en julio de 1973 fue trasladado el original de esta pieza a la Zona de la Cultura de la UJAT, donde permaneció ubicado a un lado de las oficinas de Rectoría, y en 1978, al cumplirse el centenario de esta institución, la escultura fue llevada al lugar donde permanece en la actualidad. Fue restaurado en 2005, durante la administración de la rectora Candita V. Gil Jiménez, con el apoyo técnico De la desaparecida Dirección de Patrimonio Cultural de la que era la Secretaría de Culture, Recreación y Deporte (SECURED). Uno de los restauradores fue el Sr. Valentín Pérez Vázquez. (Información de Graciela Beauregard Solís).

Fuentes:

 

  1. Colorado Jr. Belisario (1991). Juchimán, biografía de un ídolo viviente. UJAT. Villahermosa,  Tabasco.
  2. Juchimán– Página web de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
  3. Gaceta Juchimán– Página web de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.