Nacimientos tabasqueño
El belén o nacimiento en Tabasco se elabora tradicionalmente con pasto o barba de viejo, así como cartón, papel o tela.
El nacimiento tabasqueño, francisco jiménez, tradiciones
31240
page-template-default,page,page-id-31240,theme-bridge,bridge-core-3.1.3,woocommerce-no-js,qode-page-transition-enabled,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-title-hidden,columns-3,qode-theme-ver-30.2,qode-theme-bridge,wpb-js-composer js-comp-ver-7.4,vc_responsive

LA TRADICIÓN DEL NACIMIENTO TABASQUEÑO

Colaboración del Lic. José Francisco Jiménez Reyes, Investigador de Costumbres y Tradiciones de Tabasco.
Correo electrónico: frajr3@gmail.com

 

Como cada año las familias tabasqueñas se preparan para elaborar sus nacimientos a partir del 16 de diciembre. Dicha tradición tiene su origen en Italia durante la edad media, gracias a Francisco de Asís, quien es considerado la primera persona que elaboro una representación sobre el nacimiento de Cristo. Con la llegada de los evangelizadores se dio la conquista espiritual y con ella además de las posadas y las piñatas se arraigó el desarrollo del belenismo, como sucedió en gran parte de américa latina.

El belén o nacimiento en Tabasco se elabora tradicionalmente con pasto o barba de viejo, así como cartón, papel o tela. De acuerdo a diversos testimonios las personas de la antigua Villahermosa y de algunas comunidades rurales elaboraban nacimientos de gran tamaño y sumamente altos, que en ocasiones albergaba no solo piezas de barro o madera, también se colocaban algunos animales reales como pollitos, pájaros, tortugas, etc.

El techo y las paredes de la casa se cubrían con tela de color azul con estrellas recortadas del papel dorado que contenían las cajetillas de cigarros, las nubes se confeccionaban con algodón y los caminos con aserrín o viruta. Por su parte el portal se hacía con madera, papel ladrillo y germinados de frijol o maíz principalmente. Dentro de las figuras que daban vida al nacimiento se encontraban dos grupos: el misterio y la oración. El primero era formado por José, la virgen, el arcángel Gabriel y los reyes magos, los cuales tienen sustento dentro de los evangelios. Por su parte la oración era formada por el burro, el buey y el gallo.

De acuerdo al testimonio de la señora Soledad Qué (QEPD), los abuelitos les llamaban la oración a estas tres figuras, por que antiguamente el burro y el buey tenían las patas delanteras flexionadas; por su parte el gallo mantenía su cabeza hacia arriba, lo que simulaba que los animales se encontraban en actitud de orar. Como dato curioso en la actualidad podemos observar en la catedral del Señor de Tabasco, las figuras del burro y el buey en la posición descrita.

Es importante recalcar que, aunque en Tabasco no hay talleres de elaboración de las figuras, si se dieron hermosos montajes del Belén, como en el caso de Ángel Enrique Gil Hermida, quien realizaba escenografías impresionantes en su domicilio en la calle Zaragoza, en el corazón de la ciudad. Otro ejemplo es el poeta Carlos Pellicer que gustaba de crear un poema para cada montaje. Un ejemplo más es el profr. Juan Torres Calcáneo quien elabora año con año diversas temáticas entorno al nacimiento, donde se puede observar una gran colección de figuras con las que da vida al pesebre, Belén, mercados, etc. Por su parte el profr. Luis Jiménez posee figuras realizadas en madera antigua, las cuales son de vestir y que han sido heredadas por generación.

En décadas anteriores se elaboraban en diversas plazas y parques nacimientos con temáticas de los distintos estados de la república.

Por mi parte les deseo Feliz Navidad a todos y cada uno de nuestros amables lectores y que siga preservándose la tradición de los nacimientos en Tabasco por mucho tiempo.

 

 

Fuentes:

 

1.- Matus, E.V. (1999). Lo que el tiempo quiere olvidar. Villahermosa, Tabasco

2.- Promotora Social México. (2014). Navidad. Significados y Tradiciones. Instituto Sinaloense de Cultura.

3.- Varela, Y. (2006). Navidad encuentro de culturas. Boletín del Archivo Arquidiocesano de Mérida, enero-diciembre, año/vol. X, número 026. Archivo Arquidiocesano de Mérida. pp. 190-192