A mi bisabuela Isidra Sánchez y mi abuela Sofía de los Santos, parteras chontales de la Villa Vicente Guerrero, Centla, Tabasco. Que resguardaron la antigua sabiduría de los partos indígenas en el pueblo.
Las mujeres le pertenecen a nuestra madre Ix Bolom, la que por las noches refleja su imagen de anciana tejiendo en la luna, ella es la que nos enseñó los métodos de parto y fertilidad, comentaban antiguamente las ancianas parteras chontales en lengua yokot´an, pues en la cosmovisión chontal tabasqueña, los dioses creadores del universo yokot´an, crearon bajo de una ceiba, al hombre (huinik) y a la mujer (ixik), cumpliendo la dualidad eterna para mantener el equilibrio cósmico en el mundo. Por ello la vida y la muerte, se entrelazan y se mantienen unidas desde la antigüedad.
El nacimiento o parto en el ámbito yokot´an, era motivo de todo un ritual sagrado, pues ahí iniciaba una nueva vida que evitaría la extinción de la raza chontal, por ello las parteras chontales, eran muy apreciadas y respetadas, pues en la ausencia de médicos convencionales, las parteras cumplían la sagrada misión de ayudar a las mujeres a concebir o parir un nuevo ser, y es que antiguamente las Ixch´uch´ch´ok (la mujer que recoge niños) eran muy solicitadas, pues hasta finales del siglo XX, aun existían ancianas chontales en las comunidades indígenas que auxiliaban a las mujeres en el parto, y en donde las parteras invocaban a la antigua diosa Ix Bolom (patrona de las parteras) en lengua yokot´an, para que no hubiesen complicaciones en el mismo.
La Ix Bolom tabasqueña es la diosa homologa de Ix Chel, diosa del parto, la fertilidad y el tejido entre los mayas de Yucatán, que también veneraban a esta diosa antiguamente, así lo dice Fray Diego de Landa, misionero franciscano que convivió en la península yucateca entre 1572 y 1579 y dejó en sus textos, que las antiguas hechiceras mayas, engañaban a las mujeres durante su parto, haciéndoles invocaciones y rituales a un demonio femenino que se llamaba Ixchel y al cual colocaban bajo su cama durante el parto.
Pero en el Tabasco yokot´an, las parteras se limitaban a darles té de canela a las mujeres en parto, colocaban una lía amarrada a la viga del techo para que las mujeres se sostuvieran de ella, y ya semi hincadas, hicieran fuerza para expulsar al bebé que caía en una yagua de palma, después la partera limpiaba al yokajló (recién nacido) y le cortaba el ombligo, antiguamente se creía que la longitud del ombligo que se dejaba al niño varón, era la longitud que le iba a crecer el pene.
En múltiples comunidades chontales, el ombligo del recién nacido era enterrado según sus creencias, por ejemplo, en algunas comunidades el ombligo del niño se entierra bajo la puerta de entrada de la casa “pa que no vaya a quedar perdido y siempre regrese a casa” y el de la mujer se entierra en las cenizas del fogón “pa que nunca le falte comida y sea trabajadora, en otras comunidades el ombligo del niño se entierra en el solar donde da el sol “pa que no le tenga miedo al sol, pues el hombre como hijo del sol tendrá que trabajar bajo sus potentes rayos para llevar el sustento a su familia”, mientras que el ombligo de la niña como hija de la luna se entierra en la sombra del solar “pa que no le tenga miedo a la batea y atienda a los hijos que serán muchos”.
Las parteras chontales afirman que cuando el parto se da en luna llena, es muy probable que sea un niño, pues 9 de cada 10 bebés nacidos en luna llena serán varoncitos, cosa contraria si el parto sucede en luna creciente o cuando esta tierna, las mujeres después del parto se deben de incorporar a sus tareas cotidianas después del tercer día, aunque no pueden levantar nada pasado antes de los 9 días ni volver a tener sexo después de la cuarentena.
Las parteras recomendaban a las mujeres recién paridas, fajarse durante 12 días, no tomar ni comer nada frio en los primeros nueve días después del parto, y propiciar alimentar con la leche materna al niño para pasarle nutrientes, además de cuidarse antes del parto, enrollando una cinta roja en su vientre para cuidar al bebé de los truenos o los eclipse de sol o luna, pues estos astros (sobre todo la luna), tiende a devorar parte del cuerpo de los bebés como orejas, labios, dedos, etc. Durante los eclipses.
Así pues, este era el antiguo oficio de las parteras chontales, que como mencionamos, eran muy respetadas, pues su asistencia a las mujeres en parto, lo mismo era sufragado con pequeños pagos en efectivo, que con gallinas, guajolotes, pescado o simplemente unas bolas de pozol con tortillas.
Al momento del nacimiento, las parteras revisaban a los bebés recién nacidos, ya que en su cosmovisión creían que a veces Ix Bolom enviaba un niño con virtudes, el célebre “tzuts balêm” (hombre murciélago jaguar), que vendría a pelear contra los brujos y hechiceros chontales, que si descubrían que había nacido con su virtud (una muela o un diente), se lo arrebatarían para hacerse más poderosos. Por eso las parteras recomendaban cuidar a este niño o niña con virtud, que al crecer se volverían curanderos y le daría mucha riqueza a su familia.
Hoy con los tiempos modernos del siglo XXI, las ancianas parteras chontales han muerto, pocas son las que subsisten en un mundo globalizado donde la tecnología y el internet desvanece poco a poco el antiguo oficio de las parteras indígenas, que miran con tristeza la desaparición de las antiguas creencias chontales de Tabasco para darle cabida a la ciencia y la medicina moderna, pero un día, Ix Bolom retornará de su casa debajo del mar, y tal y como lo dictan las antiguas profecías, bendecirá con su manto a las parteras chontales, que tienen el sagrado oficio de auxiliar a las mujeres en parto y de esta manera, conservar para siempre la raza yokot´an de Tabasco.