José Tiquet
José Tiquet ha logrado poemas admirables. Su lectura nos complace por su poder comunicativo que se obtiene por la temperatura de las palabras.
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JOSÉ TIQUET

Por: Norma L. Domínguez

José Tiquet nació en Las Flores, Paraíso, Tabasco el 26 de marzo de 1930 y falleció en la Ciudad de México el 9 de julio de 2006. Poeta, abogado y periodista. Estudió derecho y filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue director fundador de la revista Vamos y colaborador de los diarios Diario de Tabasco, El Gráfico, El Nacional, El Universal, Expresión, Impacto, Novedades, Presente y Rumbo Nuevo, entre otros.

En 1951 publica su primer volumen de poemas: Nuestra voz, editado por el gobierno de Tabasco. A este le siguieron: Sangre de lejanía, (1953); Los remeros del alba, (1964); Marzo del labriego, (1965); A la altura del sueño (1984); Quinteto de cámara (1986); Por estas hojas anda un árbol (1990); El poema aromado de tierra (1999) y Buscando en Dios la rosa (2006).

En 1963, el también tabasqueño Carlos Pellicer escribió: “José Tiquet ha logrado poemas admirables. Su lectura nos complace por su poder comunicativo que se obtiene por la temperatura de las palabras. Son las palabras de todos los días, las que empleamos a todas horas, pero el poeta, en ciertos momentos, se apodera de ellas y las inflama con su propio fuego y dejan de ser las palabras de todos los días para comunicarnos lo que un sentimiento personal –el del poeta- tiene, finalmente, de universal”.

 

Palabras a Tabasco

 

A Carlos Pellicer

¿Qué le diré a Tabasco?

La voz se asoma al labio y es paisaje;

se asoma y es un cántaro tan noble

que por guardar la luz volvióse frágil.

 

La juventud del grito sube al eco

tanto se eleva al reino de la música

que es la voz una perla en el silencio.

 

Mas el silencio es esto:

un vidrio del instante en todas partes

que nace, crece y cruza

la verdad de la muerte.

 

Voy a sembrar a golpes de palabras,

del marino poema

las más navales danzas.

 

¿Diré que voy al viaje de la infancia?

–No es audacia–, con dudas de tormenta,

contestarán las nubes casi sueño

que es del cielo la voz quizá más blanca.

 

¿Viviré la figura del otoño?

–Es el árbol fantasma de las hojas–,

platicarán las lenguas en la rama. embargo, pregunto a lo terrestre:

¿qué le diré a la patria de las aguas?

Quizá me nazca un río recordando

las miradas labiales de la sed.

 

Pero la tierra es patria,

la patria de las tardes y los árboles;

la casa del crepúsculo

donde habitan los hornos del silencio

y se queman los ruidos tropicales.

 

Pero tomo las tardes de mi pueblo

y con ellas publico

un horizonte de aguas y palmeras

aparatoso y verde en el paisaje.

Ahora, porque vuelvo a los recuerdos,

sé que Tabasco tiene los créditos del arte

y siempre vive al día con la luz.

¿Qué le diré a los labios del planeta?

 

 

En Tabasco,

sin recuerdos de muerte

la noche es más quemada y más se mira

la viudez sin razón.

 

En Tabasco

cuando la lluvia limpia

el espacio de pájaros, se empapan

de tal modo los vientos,

que el trueno grita y gira más redondo,

y el párpado hacia el cielo se abre y reza

volviéndose infantiles los perdones.

 

En Tabasco,

para cazar el ruido de la selva

las flechas son oídos

atentas al galope de la honda soledad.

Y el parto del silencio brilla tanto

que son las voces hijas luminosas

y música y murmullos y almas de claridad.

Y como nada puedo

escribirle a la cama de los árboles,

voy a lanzar al vuelo la semilla

del sueño, y con palabras,

será la voz el labio y el paisaje.