Escribe Manuel Antonio Vidal Cruz en sus memorias de “Villahermosa Antigua”: “En los tiempos que los buques de la marina mercante venían del viejo continente, llegaban consigo las gaviotas, y como dichas embarcaciones atracaban frente a nuestra ciudad de Villahermosa, al anochecer las gaviotas se refugiaban en los árboles de la ribera derecha del río Grijalva. Al día siguiente algunas permanecían en ese lugar, motivando que tomara el nombre de “las gaviotas” como referencia cuando alguien preguntaba por el domicilio de algún vecino, y con el tiempo ese lugar adoptó ese nombre como se conoce hasta la fecha”.
El menciona que allá por la década de 1930 había dos habitantes de importancia en Las Gaviotas ya que prestaban sus servicios como remeros: Cheo Rojas, del Paso del Macuilis e Isabelino de la Cruz, del Paso del Duende, mote que le dieron por ser una persona de baja estatura y portar un sombrero chontal de ala amplia similar al que usan los duendes.
Ellos dos trabajaban las veinticuatro horas sobre el río Grijalva. A partir de las nueve de la noche se quedaban a dormir en los cayucos y ahí, los trasnochadores, por cuestión laboral o por andar de parranda, les solicitaban el servicio de cruzarlos el río. Al cruzar al pasajero y se quedaban en ese lado y si había otro en la margen donde había salido, éste le gritaba “pasajerooooo” para que el remero regresara a buscarlo y lo cruzara.
Es con la construcción del malecón en la década de 1964 que se crean embarcaderos y con la edificación del malecón en el gobierno de Leandro Rovirosa Wade, se crean los muelles para que las personas ascendieran y subieran en lanchitas.
Tras las inundaciones de 2007 el abandono y mantenimiento a los muelles en ambos lados del río fue más que evidente: se dejó se destruyeran y con la pandemia COVID-19 se suspende su actividad y esta suspensión se extendió debido a la remodelación del malecón de Villahermosa por la SEDATU varios años.
En agosto de 2024 se remodelan los embarcaderos con la mira de reactivar el servicio del lanchitas.