El tabasqueño ha convivido con el ambiente acuático desde épocas milenarias, el agua no es más que una forma o estilo de vida al que los abuelos se tuvieron que adaptar y enfrentar, pues gran parte de la alimentación del pueblo maya yokot´an, lo proveía las lagunas, ríos y arroyos que se entrelazan por todo Tabasco.
De esta manera, el yoko yinik tuvo que aprender a domesticar y convivir con el agua, comprendió que estas aguas a veces trágicas e indómitas, deben de ser respetadas y valoradas, pues lejos de ser un enemigo, era una fuente de sustento al que debería de agradecer y salvaguardar para tener contento al Yumja´ o dios del agua yokot´an, y fue precisamente el azolve natural del gran río Tabasco (hoy Grijalva) el que impidió en el lejano marzo de 1519, la entrada de los grandes galeones de la armada de Hernán Cortés que se querían adentrar al trópico tabasqueño, por ello tuvo que desembarcar con bateles, embarcaciones más pequeñas con el que llevó a profanar el suelo tabasqueño, soldados, cañones y caballos que durante la épica Batalla de Centla, marcarían la diferencia en el combate bélico entre Europa y Mesoamérica.
Las lluvias torrenciales que en Tabasco lo llamamos “nortes”, que desbordan los ríos de la entidad y no significaba amargura o temor, porque los yokot´anob prevenían con anticipación estos fenómenos naturales, aprendieron del medio selvático y pantanoso a describir los mensajes de la naturaleza.
Por ejemplo, cuando la hormiga y el comején (termitas), suben a lo alto de las casas o árboles, es clara señal que habrá creciente, pero cuando la hueva del caracol sube por encima de lo acostumbrado y llega a lugares muy altos, significa entonces que habrá but´o; inundación en lengua maya yokot´an.
Los abuelos entonces preparaban u tz´ena o tapancos en lengua yokot´an, para enfrentarse a la inundación, con anticipación se resguardaban granos de maíz, frijol y cacao, también se almacenaban carne y pescado salado; en los yawales se resguardaban pozol agrio, totopostes y pan, de igual forma se almacenaban busheles (costales) de carbón para los fogones y anafres, también se le hacían tapancos con techos de guano para los animales como cerdos, pollos, perros y ganado, las únicas aves felices con la inundación eran los pijijes y patos.
Algunas casas por tener terrenos bajos, se tenían que hacer puentes artesanales con troncos de tinto y coco, pues la creciente inundaba el patio y estos puentecitos, servían y sirven para no mojarse los pies y no correr el riesgo de enfermarse de sabañón. El sabañón una infección en los pies que da mucha picazón y para curarlo se tenía que calentar el tronquito de la hoja de plátano y caliente, colocárlo en el área afectada.
Al llegar los meses de lluvia como septiembre y octubre, el tabasqueño estaba preparado para las inundaciones que año con año llegaban, algunas veces moderadas, otras veces sumamente excesivas.
Con las inundaciones se podía capturar mojarras, hicoteas, pejelagartos, topen y camarón de popal.
Actualmente, las nuevas generaciones de tabasqueños ven con temor y preocupación la creciente, la inundación, piensan que esto es una catástrofe o castigo divino. Durante la gran inundación del 2007, muchas ermitas católicas de Villahermosa, sacaron su santo a peregrinar por las calles inundadas, rezando e implorando salvación, no así en las comunidades rivereñas acostumbradas a las crecientes anuales.
Las crecientes e inundaciones en Tabasco no son un problema de los tiempos modernos, es un fenómeno ancestral y natural al cual solo hay que estar preparado a que llegue, preparando el cayuco y alimentos para salvaguardarse en casos extremos.
Carlos Pellicer describe la creciente e inundación tabasqueña: ”Lo que muere y lo que vive, junto al agua vive y muere. Si en lluvia el cielo así quiere, moje su noche en aljibe. Mas Agua que tierra. Aguaje para prolongar la sed. La tierra vive a merced, del agua que…. Suba… o…. Baje”.