Cuando los piratas, después de apoderarse de la nueva Villa de Santa María de la Victoria o San Juan de la Victoria, hoy Villahermosa, Tabasco, el año de 1598, extendieron sus depredaciones por toda la Provincia; los castellanos, criollos y mestizos que defendían el territorio se replegaron hasta el pueblo de Astapa (entonces uno de los más populosos e importantes de los “Sahuatlanes” ), escogieron como lugar estratégico para librar combate la margen izquierda del arroyo de los “Cacaos,” en la que construyeron una altísima trinchera que dominaba el paso enfilado por los dos pequeños falconetes con que aquélla estaba artillada.
Aseguraba un manuscrito que se encontraba en la sacristía de la iglesia de Astapa, que los castellanos apenas si tuvieron tiempo para concluir sus obras de defensa y destruir el puente que se había construido sobre el arroyo desde los primeros años de la conquista, porque los piratas, dejando sus bateles en el punto en que confluyen los ríos Teapa y Jalapa, se dirigieron en gran número por la margen derecha del último de los mencionados, pretendiendo llegar hasta la Villa de Tacotalpa, donde se habían refugiado las principales familias de la comarca, cargando con sus joyas y todo lo más rico y codiciable que poseían.
Ya era entonces venerado como milagroso, cual pocos, el Santo Cristo (moreno de color, igual que los naturales sus devotos) en la iglesia de Astapa y, como era de rigor, antes de ir los voluntarios defensores de la Provincia a ocupar la trinchera de que ya hemos hablado, entraron en larga fila al templo del lugar y, prosternándose ante él milagroso crucifijo, le pidieron su ayuda y auxilio para salir avantes en la empresa que iban a acometer, prometiéndole en cambio misas, ceras, exvotos y festejos nunca vistos hasta entonces en aquellos apartados rincones de la colonia.

Si no llenos de confianza y del todo serenos, acaso con unos adarmes de menos miedo que al entrar, salieron de la iglesia los improvisados guerreros. Distribuidos en pelotones o compañías detrás de la trinchera. En el quinto viernes de cuaresma, atrás de los “guarumos’ y cañas bravas de la derecha margen del arroyo de “Los Cacaos,” apareció la columna de piratas comenzando el combate.
Zumbaban las balas entre los árboles, una lluvia de hojas y pequeñas ramas caía sin cesar sobre las cabezas de los combatientes, y el trueno del cañón movía de vez en vez el suelo. Los piratas, audaces y acostumbrados a toda suerte de peligros, se echaron a nado y trataron de ganar la orilla del arroyo que defendían los castellanos y mestizos tabasqueños; el pánico comenzaba a recorrer las filas de éstos, cuando de improviso y sin saberse cómo ni por qué, los asaltantes huyeron precipitadamente arrojando sus armas sobre las arenas del arroyo, en las orillas del cual sólo dejaron algún muerto que otro; lo que parece señal evidentísima de que más fue el terror, que los destrozos que les hicieran los tabasqueños, quienes los persiguieron por largo rato y recogieron todo el botín abandonado.
Este suceso, en el cual hoy sólo vemos un hecho histórico desfigurado por la imaginación popular con mil sobrenaturales incidentes, referidos con toda suerte de detalles en el manuscrito que nos sirve de principal información, dio origen a la leyenda que asegura que los tabasqueños y españoles que defendieron el paso del arroyo de “Los Cacaos,” debieron su triunfo a la intervención del Santo Cristo de Astapa, quien, tomando la apariencia de un guerrero cubierto de armas negras, apareció en lo más reñido de la pelea, cerrando a tajos y mandobles contra los invasores, a los que dio tan buena mano de ellos, que acabaron por huir despavoridos regando con sus armas el sitio del combate.
Hasta mediados del siglo XX todavía podían verse en el pueblo de Astapa cuatro cañones de viejísima estructura, con que se hacían las salvas en las fiestas religiosas, que fueron los ganados por los tabasqueños en el hecho de armas que narra la tradición, sirviendo de testimonio del hecho milagroso atribuido al Santo Cristo convertido en héroe, si de que los defensores de la Provincia hicieron sufrir completa derrota a los invasores.
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